Observemos el desarrollo interior de nuestras ideas. Mientras reflexiono sobre lo que voy a decir, la palabra está dentro de mí; pero, si quiero hablar contigo, busco el modo de hacer llegar a tu corazón lo que ya está en el mío.
Al buscar cómo hacerla llegar a ti, cómo introducir en tu corazón esta palabra interior mía, recurro a la voz y con su ayuda te hablo. El sonido de la voz conduce a tu espíritu la inteligencia de una idea mía, y cuando el sonido vocal te ha llevado a la comprensión de la idea, se desvanece y pasa, pero la idea que te transmitió permanece en ti sin haber dejado de estar en mí.
Y una vez que el sonido ha servido como puente a la palabra desde mi espíritu al tuyo ¿no parece decirte: Es preciso que él crezca y que yo disminuya? Y una vez que ha cumplido su oficio y desaparece ¿no es como si te dijera: Mi alegría ahora rebasa todo límite? Apoderémonos de la palabra, hagámosla entrar en lo más íntimo de nuestro corazón, no dejemos que se esfume.
De los Sermones de San Agustín.
miércoles, junio 27, 2007
El don de la palabra
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3 comentarios:
qué lindo!
lamentablemente el mismo camino usan tanto las buenas, como las malas palabras; los buenos y malos pensamientos y así pasan de corazón a corazón, los buenos y malos sentimientos... por eso hay que tener cuidado
Me gustó, vaya, que hasta me hizo pensar y lo leí dos veces... y creo que voy pa'la tercera.
@ga: completamente de acuerdo… me recordó la meáfora de la barda. Que un padre le dice a su hijo que cada que ofenda o se enoje con alguien, deje un clavo en la barda; el hijo va llenando la barda y se va dando cuenta de cuanto ofende. Su comportamiento empieza a cambiar y ahora el padre le pide que por cada día que no ofenda, vaya quitando un clavo… así lo va haciendo el niño… pero al final su barda está toda agujereada… y es lo que le explica el padre, que sus palabras así han quedado grabadas en las demás personas.
@blanca: me bueno que te gustó :)
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